TRUMP YA HA GANADO…, Y MARIANO TAMBIÉN.
El segundo, por descontado. Ha dejado claro que lo mejor es no hacer, no escuchar ni oír, que basta controlar los suficientes medios de comunicación y gestionar con guante de seda y puño de hierro las pleitesías del clientelismo, para mantenerse en el poder, este poder que utilizará primordialmente para seguir perfeccionando las servidumbres. Lo que falte lo aportarán, conscientes o no, los mediocres dirigentes de la oposición, que no saben, si es que quieren, convertir la miseria en indignación, la precariedad en orgullo, y ambas en acción.
Por su parte, el histriónico magnate de la América profunda, ha conseguido ya también su propósito: elevar la zafiedad a categoría política. Consciente de que aquella es un apetitoso ingrediente, de nocividad no percibida, en cualquier menú mediático, chapotea en ella entre aplausos enfervorizados. Ha hecho escuela, superando a Berlusconi y algunos voceros del PP. Sea o no presidente, se ha dado un paso más (allí y aquí), irreversible, hacia el descrédito del sistema democrático. Y también en Estados Unidos, como aquí, ha colaborado el hecho de presentar una candidata que encarna a la perfección todas las yescas que cualquier incendiario sin escrúpulos puede encender.
Trump, Rajoy, y también Erdogan, Putin, Orban, May o Le Pen, ya en el poder o esperando turno, ven que el viento que sopla la globalización y la insaciable especulación, les va a favor. ¡Cuánta razón tiene Rajoy! Sólo cabe esperar, mientras la mediocridad y la zafiedad van haciendo metástasis. Y si no actuamos, de forma creativa, decidida y coordinada, el cáncer será, más pronto que tarde, irreversible.