Hemos pasado, en poco más de una década, de proclamar que la independencia de Cataluña «no valía un solo muerto» (Carod-Rovira) a advertir que si se quiere ganar «se debe polarizar más y aceptar altos niveles de sacrificio «(Quim Torra citando Paul Engler). Este giro podría marcar la diferencia entre el momento en que el independentismo emprendía el vuelo con todas las ilusiones, pero con ninguna certeza y un presente en el que, habiéndose hecho la fantasía que el cielo estaba muy cerca -y «apenas estamos a medio camino «, decía hace poco Oriol Junqueras-, la cruda realidad ha emergido, y se ha entrado en una fase de bloqueo con las expectativas a la baja. Ahora los que han liderado el procés hasta aquí se encuentran en el dilema de seguir alimentando la fábula o aceptar que no solo de promesas viven los ciudadanos.
El presidente Torra hace a menudo vía Twitter apelaciones a presionar desde la calle buscando la confrontación. Le garantizan un rato de ruido porqué la reacción de los contrarios a la independencia es automática. No se puede descartar que esta vez la ocurrencia no tenga otro objetivo que hacer algún pellizco a ERC cuando está negociando la investidura. Se han cambiado los papeles: ERC busca en la moderación la conquista de la hegemonía en el espacio independentista, mientras que los herederos del nacionalismo conservador de CDC se han lanzado al monte o, quizás, mejor dicho, a Bruselas. ¿No basta con los que están pagando el sacrificio en la cárcel? ¿Hay que asumir más riesgo cuando no se tiene claro el camino a seguir?
Lo que me parece más inquietante es la apelación de Torra a Paul Engler como principio de autoridad. El autor del Manual de desobediencia civil se queda tan ancho diciendo: «Morir como un mártir es inherente a los movimientos ganadores. No se quiere que pase, pero es inevitable cuando aumentas la tensión «. Martirologio: la política como religión. El proyecto político como apuesta trascendental que nos compromete en cuerpo y alma. ¿En qué tiempo soñamos? Por este camino, queriendo llevar el país al paraíso, se puede ir directo a la más profunda de las regresiones. Parecía que el independentismo había hecho su revolución laica. ¿Vuelve el fundamentalismo? ¿La independencia como obligación moral?
Publicado en el periódico ARA, en catalán.