Saltar al contenido

LA VICTORIA -cast.

  • por

Es curioso el hecho de que todos los que, por activa o pasiva, han colaborado en el triunfo de la derecha en Andalucía, ahora se sorprendan. Miran atónitos los traspasos de votantes: que si del PSOE a Ciudadanos, que si del PP a Vox… Mi opinión es que la verdadera victoria de la derecha es que hayan votado menos del 60% de los inscritos. No se trata de vencer a las ideas, ni tan siquiera del acceso al poder de las oligarquías, eso ya lo tienen. Se trata, y lo están consiguiendo, de borrar la conciencia popular.

A la desmovilización en el trabajo (autónomos reales y falsos, subcontratas, empleados pobres…), verdadera obra de arte de la subyugación de todo lo que se mueve por parte de la derecha, se ha añadido la desmovilización ideológica. Y a eso está contribuyendo, suicida, la izquierda. Oigo a Teresa Rodriguez diciendo que se ha de volver al espíritu del 15M. O sea, a las plazas, el frío y los porrazos; a las asambleas interminables, a la redacción de mil manifiestos que ni tan siquiera acaban leyendo los que los han hecho. Haré un homenaje a Bernardo Bertolucci y a su mítico Novecento: Al final de la primera parte vemos la secuencia del entierro de unos viejos que han sido asesinados por los fascistas cuando han incendiado la casa del pueblo. Y me pregunto: ¿Por qué estaban allí aquellos hombres?, ¿para analizar la dialéctica de la historia de Hegel?, ¿para sopesar la apropiación de las plusvalías por parte del capital? No. Estaban allí porqué había una estufa.  Y también porqué una chica joven les enseñaba a leer y escribir. Y esta empatía lograba que, llegado el caso, ni les pasase por la cabeza no votar, o no hacerlo por una opción de izquierdas. Era lo que ellos podían conscientemente aportar. Y no me digáis que se les comía el coco: se les daba lo que necesitaban, se les escuchaba, se les dignificaba, se les apreciaba en lo que eran.

En Cataluña, los independentistas lo tuvieron muy claro desde el principio, pronto hará 10 años, cuando al lado de unas primeras urnas, ponían vino y bizcochos. Y después vinieron los juegos de pistas y los de campamento, y los signos identitarios… Y con ello, la adhesión incondicional, legítima y honesta por parte de muchos de los asistentes, cosa que por parte de los promotores debería analizarse uno a uno.

Está muy bien que los sabios analicen las entretelas de la sociedad, que investiguen los recovecos de la dominación de muchos por parte de unos pocos; incluso que lo compartan con quién tenga humor, tiempo y conocimientos para recibirlo, que lo pongan a disposición de todos. Pero, por favor, encuentren tiempo para convocar al pueblo a una sardinada. Quizá, entre espina y espina, se encontrará una conciencia común que haga que ni le pase por la cabeza quedarse en casa a quién más saldrá perjudicado de este alud neofascista que nos va sepultando. Quizá no con la de pertenecer a la comunidad de los proletarios, pero sí a la de los puteados. Y actuar en consecuencia.

Sugiero un artículo premonitorio sobre el tema: LOS DE LA SALITA.