Esta semana se conmemora la victoria (ajustada) del Frente Popular, en su 82 aniversario. El 16 y 23 de febrero de 1936, la izquierda, unida, venció a la derecha, con los siguientes resultados: (VER VÍDEO)
Elecciones II-1936 | FRENTE POPULAR | CENTRO | DERECHA |
Votos (estimación) | 4.363.903 | 556.008 | 4.155.153 |
% Votos | 48% | 6% | 46% |
Escaños | 263 | 54 | 156 |
La ley electoral de aquel momento era complicada, con listas abiertas que dificultan un cálculo ajustado. La segunda vuelta se realizó donde la lista más votada no consiguió el 40% de los votos, que favorecía las coaliciones como sucedió con el Frente Popular. Como anécdota, se puede mencionar que Falange Española, molesta por los puestos que se le ofrecían, no se incorporó al grupo de derechas, y José Antonio Primo de Rivera no salió elegido por Cádiz, perdiendo su inmunidad parlamentaria.
Podemos encontrar paralelismos con la situación actual: De entrada diferencias:
En primer lugar, las elecciones fueron convocadas por un Presidente, de centro derecha, ante la corrupción del partido en el gobierno, por el escándalo del estraperlo. El Partido Radical pasó de 102 a 5 escaños, sin uno para su líder
(Alejandro Lerroux) y prácticamente desapareció. No creo que suceda lo mismo hoy, a pesar de que la financiación irregular (presunta) del PP sea un asunto mucho más grave. Tampoco la actitud del Jefe del Estado, en este caso el rey, parece ser la misma que la de don Niceto Alcalá-Zamora.
Segunda diferencia: La convocatoria de elecciones y la amenaza de caer en un régimen mussoliniano liderado por Gil Robles, hizo que se gestara el Frente Popular, en el que desde los moderados de Izquierda Republicana de Azaña hasta el Partido Comunista o el POUM, todos rebajaron expectativas para encontrar un punto común. Y lo consiguieron. Renunciaron a la nacionalización de la tierra o de la banca, proclamando la necesidad de una regeneración democrática con la amnistía de los presos políticos, un impulso a las inversiones públicas, igualdad de oportunidades en la educación o el derecho de las autonomías a definir su realidad. Dice Santos Juliá, que la existencia del Frente Popular, el 16 de enero de 1936, hizo brotar: “la esperanza de un nuevo triunfo, inspirado no tanto por lo que el pacto decía, sino por el simple hecho de decirlo, por la sencilla razón de su existencia”.
Por desgracia, también hay algún paralelismo negativo con la situación actual. Por lo que se refiere a la derecha, las palabras del “jefe”, José María Gil Robles, de la CEDA, fueron: «Hay que ir al Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa si nos cuesta hasta derramar sangre!… Necesitamos el poder íntegro y eso es lo que pedimos… Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento se somete o le hacemos desaparecer«. ¿No nos hace pensar esto en el menosprecio que las derechas han mostrado en las Cortes de Madrid (gobernando a base de decretos, no compareciendo cuando se les pide…) o el Parlamento de Cataluña (con los execrables hechos del 6 y 7 de septiembre del año pasado como ejemplo más claro)?
También hay una similitud en la radicalización de las posiciones (en España y en Cataluña): Sumisión al líder, por incapaz que parezca de dar soluciones, sin otra cualidad que su propio cargo, negación del discrepante, eliminación de cualquier posición de duda honesta y creativa, recompensa social a la adhesión ciega. En febrero de 1936, también los partidos moderados de derecha e izquierda perdieron audiencia y soporte popular, en beneficio de posiciones como las que reflejan otras palabras de Gil Robles: “¿Si yo entro en el gobierno estalla la revolución? Pues que estalle antes de que esté bien preparada, antes de que nos ahogue. Esto es lo que hizo Acción Popular (la base de la CEDA), precipitar el movimiento, imponer desde el gobierno el aplastamiento implacable de la revolución” El todo o nada, la batalla final se estaba gestando desde el día en que las derechas llegaron al poder en 1934. Cabe mencionar como ejemplo que, durante el bienio, la CEDA había conseguido 270.000 nuevos permisos de armas para sus afiliados.
Una reflexión final para los que se sienten cercanos a la izquierda: la necesidad de entender que la confluencia para alcanzar resultados implica ceder, o como mínimo tolerar posiciones diferentes, llegando a acuerdos sobre los puntos comunes, sin exigir adhesión ciega a ningún bloque impuesto. Así lo manifestaba el Frente Popular en su manifiesto, por ejemplo en su punto IV: “Los republicanos no aceptan el principio de la nacionalización de la tierra y su entrega a los campesinos, solicitado por los delegados del partido socialista”. O en el VI: “No aceptan los partidos republicanos las medidas de nacionalización de la Banca propuestas por los partidos obreros”. Por la misma imperiosa razón de eficacia, accedían a acuerdos en los que algunos hubieran querido ir más lejos: dejaban constancia de sus principios, pero daban un voto de confianza a la política común. El Manifiesto, procurando no herir susceptibilidades y con el objetivo de agrupar el abanico más amplio posible, optó por la siguiente fórmula en su preámbulo: “(los firmantes), sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado a comprometer un plan político común que sirva de fundamento y cartel a la coalición de sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral y de norma de gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria”.
¿Podrá ser así en el futuro?
Antoni Cisteró
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