“Confluencia” ha sido una de las palabras más utilizadas en los cenáculos políticos de estos últimos tiempos. Utilizada y prostituida. Se hablaba de hacer una confluencia como quien se cita para hacer unas birras. A pesar de tanta insistencia, agravios históricos más o menos ciertos pero siempre hinchados y famosillos nombres propios y ajenos, han campado a sus anchas para impedir una verdadera acción conjunta que empiece a limpiar el país de tanto desmán: la divergencia de las confluencias. Cada grupo, cada partido, ha creado su propia confluencia, enfrontada a las confluencias ajenas.
LA CONFLUENCIA PARA EL 25. Antoni Cisteró